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Las emociones son alertas internas acerca de los peligros que se nos presentan:
El enojo nos motiva a luchar por la justicia y por otras cosas importantes (¡Esto es injusto!).
El disgusto nos protege de consumir o tocar conas contaminadas (¡Qué asco!).
El temor nos alerta que estamos entrando en una situación similar a las que en el pasado nos fueron perjudiciales (¡Serpiente!)
Además, las emociones son prognosticadores internos que nos ayudan a anticipar problemas antes de que pasen.
Nuestra conciencia nos advierte con pistas de la culpabilidad o tristeza que sentiremos en el futuro si no actuamos ahora.
Podemos pre-sentir cuando debemos o no debemos hacer algo, aún cuando no lo hayamos razonado.
Las emociones nos indican las cosas que tienen importancia para nosotros y los grupos a los cuales pertenecemos.
Nuestra tristeza en el luto es una indicación de la importancia, para nosotros, de la persona que falleció.
Nuestro enojo indica que hay cosas que valoramos que están en peligro de perderse
Las personas que han perdido o dañado la porción de su cerebro que controla las emociones pierden su iniciativa y su habilidad de escoger entre opciones.

Fuente: Spencer, S. F. (2021). Passions of the Christ: The Emotional Life of Jesus in the Gospels. Baker Academic, p. 10 y sig.