Un voto es una promesa dirigida a Dios.

Un juramento es una promesa entre personas que invoca a Dios como testigo y garante de la promesa.

Los juramentos más comunes hoy en día son el juramento ante un tribunal de decir la verdad y el juramento de cumplir honorablemente las obligaciones de un cargo público.

Tanto los votos como los juramentos son promesas solemnes de hacer algo, y deshonran a Dios si no se cumple la promesa.

Tanto los votos como los juramentos podían ser autoimprecativos, nombrando las consecuencias negativas que le sobrevendrán si no los cumple (¡Que me castigue el SEÑOR con toda severidad si...). Es el equivalente de ponerse bajo una maldición.

La Biblia no ordena que la gente haga votos. Los votos son una práctica personal. Pero la Biblia ordena a la gente que cumpla los votos que hace (Deuteronomio 23.21-23, Números 30.2, Salmo 50.14, Eclesiastés 5.4-6, Mateo 5.33).

En la Biblia, las personas hacían votos para pedir algo a Dios, expresarle su gratitud o manifestar su compromiso con Él.

La Biblia critica los votos precipitados, como el voto de Jefté de sacrificar lo primero que saliera de su tienda al volver de la batalla. Él pensó que sería un animal, pero su hija salió primero (Jueces 11.30, 34-35).

Un ejemplo de voto en el Antiguo Testamento es el voto de nazareo en Números 6.1-8.

Los votos sólo aparecen dos veces en el Nuevo Testamento. En ambos casos, el apóstol Pablo había hecho un voto (Hechos 18.18, 21.23-24).

Aunque no se utiliza la palabra voto, los pasajes sobre la práctica del Corbán (Marcos 7.11-13, Mateo 15.5-6) se refieren a un voto formal de apartar dinero para Dios.

Los juramentos invocan a Dios como testigo.

Los juramentos formaban parte de los pactos en el mundo antiguo.

Hay que tener en cuenta que la necesidad de juramentos implica que las palabras de las personas por sí mismas no son dignas de confianza, y necesitan ser reforzadas con castigos para que se confíe en ellas.

Jurar en nombre de Dios hacer algo y luego no hacerlo, o jurar en falso en nombre de Dios, deshonra el nombre de Dios. Uno de los Diez Mandamientos es el de no tomar el nombre de Dios en vano, el equivalente tanto a la blasfemia (hablar en maneras que deshonran a Dios) como el perjurio (mentir bajo juramento).

Así que algunas personas en el tiempo de Jesús intentaron evitar deshonrar a Dios jurando por el cielo, la tierra o la ciudad de Jerusalén. En Mateo 5.34-37, Jesús se refirió a esta práctica. Dijo que el cielo, la tierra y Jerusalén pertenecen a Dios, por lo que las personas que juraban por ellos seguían siendo culpables de deshonrar a Dios.

Según Jesús, las palabras de los cristianos deberían ser tan claramente fidedignas, que sus declaraciones de sí y no deberían ser aceptadas como verdaderas, sin necesidad de una garantía adicional de un juramento.

Sin embargo, Pablo utilizó juramentos en sus cartas (por ejemplo 2 Corintios 1.23, Gálatas 1.20). Esto demuestra que los juramentos no están totalmente prohibidos.

En una sociedad cada vez más secular, el lenguaje de los juramentos significa menos y a menudo se utiliza en broma.

Debe desaconsejarse el uso de votos y juramentos por parte de los cristianos, tal y como hace Jesús. Sin embargo, un cristiano no debe dudar en utilizar los votos cuando se requieran en el contexto de un tribunal de justicia.

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